Garganta y frío, frío y garganta. El orden de los factores no altera el producto. En este caso, el dolor. “Se trata de una de las zonas del organismo (junto con los labios, las yemas de los dedos y los órganos genitales) con más sensibilidad para detectar cambios en su superficie, ya sea por estímulos infecciosos o físicos”, subraya Antonio Lara, otorrinolaringólogo del Hospital Universitario Sanitas La Zarzuela.
La manta invernal siempre arrastra consigo a los virus estacionales, responsables en un 80% de aquellas infecciones que producen dolor de garganta como primer síntoma. David Martín, médico de familia y miembro de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), hace referencia a los dos picos de incidencia de estos virus: el primero de ellos suele tener lugar con el cambio del otoño al invierno y el segundo, con el paso del invierno a la primavera.
A pesar de que estos agentes patógenos suelen ser los culpables de esta dolencia, a veces es solo el propio frío el que provoca irritación en la garganta y, por tanto, estas molestias. Además, “en algunas personas con problemas gástricos, el otoño es una época en que se puede intensificar el reflujo de ácido gástrico y este puede causar dolor en la garganta cuando llega a ella, aunque sea en mínimas cantidades”.
Otros síntomas que acompañan al dolor de garganta
Los síntomas que se suman al dolor de garganta dependen de los microorganismos que estén poniendo en jaque nuestra salud. En este sentido, Martín distingue entre dos grandes grupos: la faringoamigdalitis bacteriana y la faringoamigdalitis vírica. Sobre la primera, suele cursar con fiebre alta y con adenopatía (inflamación de los ganglios).
En el caso de que la infección sea vírica, se acompaña de mucosidad nasal, estornudos, lagrimeo, tos intensa y, a veces, de fiebre (aunque, como se ha mencionado, esto último es más frecuente en la faringoamigdalitis bacteriana).
En definitiva, “la infección vírica conlleva síntomas catarrales, mientras que la bacteriana se limita al dolor de garganta. En función de cuál de las dos sufra el paciente, los médicos decidimos si recetamos o no antibióticos”, comenta el miembro de SEMERGEN.
Consejos para prevenir el dolor de garganta
Abrigar el cuello ayuda a proteger esta zona tan sensible de las bajas temperaturas, pero hay algo más importante que podemos hacer y que no siempre tenemos en cuenta: la respiración. “Los días fríos y especialmente secos es necesario protegerse de la entrada del aire a través de la boca. Por eso, es fundamental que la cerremos y respiremos por la nariz, donde el aire se limpia de impurezas y se calienta, llegando a la garganta en mejores condiciones”, señala Lara.
Los expertos consultados por CuídatePlus coinciden en que hay otras muchas medidas sencillas que podemos poner en práctica y que ayudan bastante en la prevención de esta dolencia:
- Mantener una buena hidratación para evitar que la saliva se seque y se adhiera a la garganta.
- Aumentar la temperatura de la zona con, por ejemplo, bufandas.
- Evitar los cambios bruscos de temperatura, es decir, no pasar directamente de ambientes con la calefacción muy alta a la exposición de las bajas temperaturas de la calle.
- Llevar mascarilla los días más fríos.
- Ventilar regularmente las habitaciones.
- Lavarse las manos.
- No andar descalzo.
- Tratar de no tener el pelo mojado o húmedo.
Miel, el mejor remedio casero para el dolor de garganta
En el caso de que el dolor sea leve y no interfiera en nuestro día a día, se puede controlar con caramelos suavizantes o pastillas bucodispersables que contengan lidocaína. Lara añade que “la realización de gargarismos con colutorios antisépticos ayuda bastante”.
Sobre los remedios caseros, los expertos afirman que el mejor de todos ellos es, sin duda, la miel. “Esta ayuda a humedecer rápidamente la garganta y tiene propiedades antisépticas. Es preferible tomarla con un poco de agua templada y unas gotitas de zumo de limón”, sugiere el otorrinolaringólogo. Martín agrega
¿Qué medicamentos combaten el dolor de garganta?
Dependiendo de la intensidad y de la causa del dolor, así como de si el paciente sufre alguna alergia medicamentosa, se le recetará un medicamento u otro. Sin embargo, en general, “el fármaco más ampliamente indicado es el paracetamol, que deberá tomarse cada 8 horas y, al menos, durante 4 o 5 días”, apunta Lara.
Claro que, si la molestia no se controla, es necesario prescribir un antiinflamatorio no esteroideo como el ibuprofeno. “Cuando, a pesar de la toma de analgésicos, el dolor persiste, deberá realizarse una exploración médica apropiada para descartar o confirmar la presencia de una infección faríngea y, por tanto, la necesidad de toma de antibióticos”, concluye el experto.
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